Durante largo tiempo me propuse caminar por los bordes de mi soledad, coquetear con el gentío una vez por semana, dejar escapar alguna palabra sin que esta se vuelva sobre sí misma y se anulara, como para sondear la intensidad de mi asco. Pero el diagnóstico fue claro, y hoy, bajo la intransigencia de la receta que mi propia mano ha firmado, cierro las puertas de mi vida, clausurando cualquier posibilidad de ingreso a los cobardes fantasmas del mundo.
Sabré construir con tenaz encono las murallas que darán sombra al trabajo del odio, al lento fraguar de las cadenas que impedirán mi propia disociación. Uno sólo habré de ser, hoy y siempre, una sola piedra perpetuará mi nombre, mi piedra, sin grafías que contaminen la noble pureza de un animal postrado. Murallas frías que contengan la grosera arremetida del clamor humano, que detengan el avance del reloj de los esclavos. Una a una alineadas, las rocas marcarán el paso de la caótica promiscuidad de los otros al orden absoluto del ego encadenado.
Sabré construir con tenaz encono las murallas que darán sombra al trabajo del odio, al lento fraguar de las cadenas que impedirán mi propia disociación. Uno sólo habré de ser, hoy y siempre, una sola piedra perpetuará mi nombre, mi piedra, sin grafías que contaminen la noble pureza de un animal postrado. Murallas frías que contengan la grosera arremetida del clamor humano, que detengan el avance del reloj de los esclavos. Una a una alineadas, las rocas marcarán el paso de la caótica promiscuidad de los otros al orden absoluto del ego encadenado.