Muchos vecinos han decidido no responder
a las preguntas. Hablan, gritan a menudo, pero solo frente al espejo o por la
ventana del auto.
Solo para fechas especiales –ferias de
cachivaches o muertes de periodistas célebres–, deciden coordinar sus silencios y
simular larguísimas conversaciones.
Enojados, unos… Desilusionados, otros…
Los pocos vecinos que responden están tan
cansados, que han decidido limitarse a monosílabos.
Así las cosas, todos están bien o mal,
pero nadie más o menos, entonces los vecinos dudan de casi todos y prefieren
silbar.
Una tarde, un vecino distraído cantaba un
bolero por la plaza, pero otros vecinos le exigieron que dejara de mentir. Tenían
razón…