lunes, 29 de septiembre de 2008

HUGO DONOSO por Benjamín Morgado

Con una obra se hicieron famosos tres autores
A medida que vayan pasando estas páginas, quedará de manifiesto el hecho de que, a lo largo de la Historia Teatral de Chile, no han sido pocos los que se contentaron con estrenar una sola comedia, ya que algunos no lograron siquiera estrenar un simple monólogo. Aquellos que estrenaron una, y con éxito, se dieron por satisfechos y bien pudieron morirse de felicidad.

No me voy a referir a todos los autores que escribieron una sola comedia. Voy a referirme solamente a tres que lograron éxito sin discusión. Luego, se perdieron tan silenciosos como llegaron. Uno, se malgastó en trasnochadas; otro prefirió convertirse en actor y al tercero se lo llevó prematuramente la muerte. Sus obras, muy de tarde en tarde, se siguen representando, no ya por su calidad, sino más bien por su curiosidad.

Estos tres autores son:

1. Daniel Calder (1855 – 1896)
2. Mateo Martínez Quevedo (1848 – 1923)
3. Hugo Donoso (1898 – 1917)

(…)


HUGO DONOSO

Una de las mayores promesas del teatro chileno se apagó trágicamente a los escasos 19 años. Hugo Donoso, autor de la más difundida obra “Los payasos se van” murió bajo las ruedas de un tranvía cuando salía una noche de una quinta de recreo, que en esos años funcionaba en la Avenida Ossa. El automóvil fue arrollado por el monstruo de acero y su muerte fue instantánea.

En 1916 había estrenado “Los payasos se van” con un éxito delirante, y todo el mundo cifraba las mayores esperanzas en este adolescente que escribía bastante mejor que muchos viejos de su tiempo.

Su muerte dio motivo para que sus amigos publicaran un libro “In Memoriam Hugo Donoso” en cuyo pórtico Rafael Frontaura expresó:

“Los que seguimos siendo los amigos leales de Hugo, hemos querido consagrarle este recuerdo cariñoso. Nadie lo ha olvidado. Está vivo en el corazón de todos nosotros. Y su dulce silueta de chiquillo ilusionado, que ha cobrado el prestigio de la lejanía, cada día se nos hace más amable”.

Roberto Meza Fuentes, Víctor Domínguez Silva, Jorge Hübner Bezanilla, Daniel De la Vega, Ángel Cruchaga Santa María, Antonio Orrego Barros, Pedro Sienna, Carlos Acuña, Andrés Silva Humeres, Lautaron García y otros, le dedicaron sentidos versos. Los prosistas no se quedaron atrás: Ricardo Montaner Bello, Fernando Santiván, Armando Donoso, Eduardo Barrios, N. Yañez Silva, Germán Luco Cruchaga, Eduardo Moore, Marcial Mora Miranda, Carlos Cariola, Aurelio Díaz Meza, Jorge Délano, Jorge Gallardo Nieto, Roberto Aldunate, rivalizaron en bellas expresiones para dejar constancia del dolor ante el amigo desaparecido.

Quizá la despedida más patética fue la de Claudio de Alas:

“Y entre tanto que llegó al mar de liz en que navegas, boga poeta… boga en el océano sin rivera de las constelaciones. Y espera, Tú, Hugo Donoso, amigo de mi corazón. Llegaré, niño amigo, llegaré pronto”.

Efectivamente llegó pronto a reunirse con su amigo. Al poco tiempo se fue a la Argentina y allá, en la soledad de su vida, mató primero a su perro y después se disparó un tiro en la cabeza.

EL ARGUMENTO DE LOS PAYASOS SE VAN

Rafael es un joven pintor, muchacho bohemio, enamorado de la vida y de los caminos. Por ir detrás de una linda y coqueta trapecista, ha llegado hasta la casa de sus tíos, enclavada en un polvoriento pueblecito de provincia.

En la casa, para matar el tedio, enamora primero a la empleadita que es cambiada por los tíos por un verdadero esperpento de mujer, para evitar complicaciones. Entonces vuelve los ojos a su prima, una muchacha vivaracha, llena de vida, que todo lo toma a risa:

Rafael. – Sí, prima. Tienes una risa que es una campana de optimismo. Diera toda mi vida porque ese campanario fuera mío.

Chabela. – No digas tontería; pinta, pintorcillo, pinta.

Pero tanto va el cántaro al agua, que Chabela termina enamorada de su primo:

Chabela. – No, abuelito. A Rafael lo atrae otra mujer. Esa, la del circo. Yo no quería creerlo, pero tuve que convencerme.

Cuando el circo termina su temporada y parte, Rafael quiere irse tras la artista, pero un viejo payaso lo saca de su error:

Payaso. – Lo que a ella le agrada es tener un admirador de nombre y de lustre… como usted… con lo cual dar envidia a sus compañeras… pero eso no es amor, eso es aureola. Créame, don Rafael, no lo quiere, no lo quiere…

Finalmente, Rafael comprende que el verdadero amor de su vida está en la paz de ese pueblo y en el corazón de Chabela:

Rafael. – Sí, prima. Yo, que no me atrevía a gritarlo con toda mi fuerza. Cahbela, te quiero… te quiero con todo mi corazón.

Distante, se oye la murga del circo que se aleja…


Revista Occidente, N° 11, Santiago, Julio de 1972

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